Durante el Renacimiento, los pintores estaban muy envidiosos del trato que recibían los escritores. Al dedicarse estos segundos a un trabajo que se englobaba dentro de las artes liberales estaban libres de pagar ciertos impuestos y se les reconocía como intelectuales dignos de reverencia. Los pintores, para remediar esta situación, se dedicaron a redactar teorías que evidenciaran el trabajo intelectual que requería la representación plástica para salir del estrato de artesanos que compartían con zapateros o herreros, que eran unos mindundis. Y así, la pintura recalcó su capacidad para compartir discursos con la literatura, reivindicando que podía relatar historias como los mitos clásicos o describir lugares bucólicos como la poesía.
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Durero, con abrigo de pieles como un Señor. |
Sobran ejemplos; Velázquez sale autorretratado en Las Meninas como todo un caballero, remarcando que podía vestirse de noble sin mancharse para trabajar, igual que los escritores, mientras que Alberto Durero remarca en su diario de su viaje a Italia cómo le van invitando a fiestas y le tratan como alguien de respeto "a pesar" de ser un pintor. Pero esto no va de la revalorización de las artes plásticas, sino que es un mecanismo que sigue de plena actualidad:
Hay un concepto que ha ido dando la vuelta este año por Internet que es el de "gordibuena", que según la página que lo inventó sirve para definir a aquellas chicas que "a pesar" de estar gordas, son guapas, están proporcionadas según el estándar dominante y van a la moda, o en definitiva, gordas que "están buenas". Lo ridículo caso ejemplifica perfectamente cómo perdura esta preferencia por abrir el canon que nos excluye para deslizarse dentro y así poder jugar a estar en un lugar superior que la clase en la que se nos ha discriminado, ya sea para decir que somos más inteligentes que los zapateros o más atractivas que otros cuerpos no normativos que no estén proporcionados con nuestro canon.
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Basquiat, exponiendo arte callejero en una galería de paredes blancas, como deber ser. |
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Ferran Adrià, posando con la clásica postura del intelectual. |
No creo que la institución sea opresora per se, hay muchos modos de institucionalizar. Claro que hay muchísimas manifestaciones artísticas que son arte "a pesar" de no estar dentro de la institución, pero el mero hecho de que se cree literatura académica sobre el tema, no las hace convertirse en un especie de producto de ésta.
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